Escuchando las voces de Campesinas de Battir (Cisjordania)
Oliveras de resistencia


En esta época del año son muchas las personas que comienzan la recogida de la oliva. En diversos puntos de Aragón, Extremadura, Galiza, Catalunya, Andalucía, todavía se mantiene un modo de cosecha familiar: pequeños terrenos con oliveras/olivos, cuyo aceite está destinado al consumo del hogar. Esta tradición que conservamos desde hace varias generaciones nos vincula estrechamente con sitios alejados geográficamente de nuestra tierra: los campos de Palestina y de otros países del Mediterráneo. La recogida de la oliva, de la aceituna, es una actividad que nos hermana con esos pueblos campesinos que hoy en día están sufriendo una devastación feroz.
Partiendo de este sentimiento de unión tuvimos la oportunidad de encontrarnos virtualmente con agricultoras de Palestina, que también forman parte de la Asociación Cooperativa de Battir para la Fabricación y Producción de Alimentos. Este evento, realizado el pasado jueves 9 de octubre, sirvió para escuchar en primera persona varios testimonios de lo que están viviendo en los olivares al otro extremo del Mediterráneo.
La primera de ellas en hablar fue Samah, la presidenta de la asociación, quien comenzó dándonos las gracias por organizar el encuentro. Nos cuenta que la cosecha más importante para ellas es la aceituna, siendo esta una parte importante de su economía. Desde hace años sufren, como el resto de mujeres palestinas y de la población rural palestina, numerosas dificultades debido a los obstáculos que impone la ocupación israelí cuando quieren trabajar sus tierras.
Parte de estos impedimentos, nos explican, consisten en destrozar los caminos que llevan al campo. Hajja Safiyah, integrante de la asociación, dijo: «tambiénprohíben el paso y nos piden permisos especiales, con los cuales tampoco garantizan el paso». A veces al volver con la cosecha se la requisan, perdiendo el trabajo de todo el día. En otros casos no es la cosecha sino el propio aceite el que sabotean, vertiendo sustancias nocivas o directamente vertiéndolo en el suelo. También han sufrido la detención de los trabajadores del campo, privándolos de su ayuda para cosechar. Todo esto constituye una forma de presión y violencia destinada a expulsarlas de su tierra y obligarlas a abandonar el trabajo o a desplazarse. Sin embargo, nos dice: «Nosotras hemos decidido que no vamos a abandonar nuestras casas y nuestros campos. Estamos dispuestas a morir bajo nuestros árboles. No vamos a dejar nuestro pueblo».
Es parecido a las raíces de los árboles, porque nunca mueren y siempre están ahí debajo de la tierra. Eso es lo que estamos viendo con la juventud.
Otra compañera del grupo se presenta: “Yo me llamo Jihad, soy una mujer del campo. Tenemos campos intermedios, de tamaño pequeño. Vivimos del campo y la cosecha”. Nos cuenta su propia experiencia. Están aprovechando las zonas alrededor de sus casas para plantar más olivos. Ella plantó 46, y después de un tiempo, cuando comenzaron a crecer, vinieron los colonos israelís protegidos por el ejército y cortaron todos los árboles. Como medida de autoprotección han decidido ir al campo en grupos, ya que por el camino los militares las molestan e incluso las llevan a la cárcel. Sin embargo, no pierde su fe en que van a recuperar la tierra y todos los palestinos en la diáspora van a poder volver. A pesar de las agresiones ejercidas por la ocupación sionista, ahora tienen más fe que nunca: “Es parecido a las raíces de los árboles, porque nunca mueren y siempre están ahí debajo de la tierra. Eso es lo que estamos viendo con la juventud”.
La siguiente en intervenir fue Aseel, estudiante universitaria. A su hermano de 23 años lo metieron en la cárcel. Al estar registrada como hermana de una persona en prisión, sufre diversos acosos en los controles israelís. En uno de ellos, de camino a la universidad, un soldado le pegó en la rodilla con su arma, provocándole un dolor que todavía padece. Desde que empezó esta última guerra en Gaza el ejército está entrando en las aulas y hacen prácticamente lo que quieren. Ella y su madre visitan a su hermano en los tribunales cada dos meses, y solo pueden verlo a través de una pantalla. Van el día de la visita a las 9 de la mañana y hasta las 15:00 no llega su turno. Si piden saludarlo o estar con él unos minutos les gritan y echan del lugar. Aseel nos lo dice muy claro: “Lo voy a decir a la manera palestina: nos robaron el hummus y el falafel, nos lo robaron todo, el campo, la casa, las cosechas y todo”.
Realmente no nos han robado solamente las casas y las tierras, sino nos están robando y copiando la cultura.
Finalmente escuchamos el relato de Inas. Nos cuenta que la ocupación demolió la casa de su familia hace 30 años con el pretexto de no tener permiso de construcción. Aunque posee los documentos de propiedad del terreno, ella sigue allí, y confía en que un día la van a recuperar. Nos dice: “Realmente no nos han robado solamente las casas y las tierras, sino nos están robando y copiando la cultura. Están haciendo igual que nosotras, las cosas que utilizamos, las mantas que usamos para recoger la cosecha, los materiales que usamos en el campo, las teteras… todo lo que utilizamos lo copian. Seguirá siendo algo palestino, pero nos están robando la cultura”.
Se termina la reunión y una última mujer toma la palabra: “Soy una mujer del campo y soy miembro de esta organización. Recibí una invitación de Samah para venir. Fui a la ciudad de Hebrón temprano por la mañana para poder estar en la reunión de las siete de la tarde. Salí de Hebrón tras terminar mi trabajo a las once y media de la mañana, y acabo de llegar ahora a las siete de la tarde. He tardado siete horas y media en un trayecto que debería tomar media hora, debido a la policía, los controles, las barreras y las puertas metálicas”. Con este último testimonio damos paso a un turno de preguntas. Samah comentó que algunas instituciones que trabajan para fortalecer la resistencia de los agricultores, apoyarlos y proporcionarles la plantación de olivos han sido clasificadas como organizaciones terroristas.
Las oliveras que cruzan fronteras nos recuerdan que la resistencia no violenta sigue viva, que cada cosecha es un acto de dignidad, y que seguimos caminando juntas hacia una Palestina libre.
Microdonaciones para la cosecha de la oliva en Battir, Palestina
Actualmente, la única forma de apoyar a las campesinas de Battir es con ayuda económica, que les permita seguir accediendo a sus campos, incluso cuando corren el riesgo de que les retengan parte o toda la cosecha del día, cubrir los costes del molino y del transporte y reponer el material de recolección que a menudo les confiscan. Para ello hemos organizado una recolecta de dinero para enviar directamente a la Asociación Cooperativa de Battir para la Fabricación y Producción de Alimentos.
El enlace para hacer llegar las aportaciones es https://www.migranodearena.org/reto/cosecha-de-la-oliva-en-battir-patestina
PARA SABER MÁS
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