Mads Gilbert, Dr. James Smith y Dr. Ghassan Abu-Sittah
Artículo de opinión publicado originalmente en Middle East Eye (en inglés). No se permite su republicación.
Solo una acción inmediata y coordinada protegerá al pueblo palestino de la intensificación de la campaña de erradicación genocida de Israel.
Foto: Jaber Jehad Badwan. Wikimedia. CC BY-SA 4.0
Israel está provocando hambruna en toda la población de Gaza, hasta el punto de causar la muerte de un número cada vez mayor de palestinos.
No hay un solo lugar en el mundo en el que la hambruna sea algo inevitable: ni después de grandes catástrofes medioambientales, ni en medio de sequías y malas cosechas, ni durante conflictos armados y genocidios. El hambre es un acto de violencia intencionada o de negligencia deliberada, ambas posibles gracias a nuestra inacción colectiva.
No hay ningún lugar donde esto sea más evidente que en Gaza, donde la ocupación, el bloqueo y el asedio por parte de Israel se diseñaron para ejercer un control total sobre la población palestina, privándola expresamente de los medios más básicos de subsistencia.
El hambre es una estrategia tan antigua como la propia guerra. Se emplea como arma de destrucción masiva para infligir el máximo daño y siempre con una calculada indiferencia hacia quienes sufren y mueren por su causa.
Esta forma particular de violencia es tan horrible que se distingue como crimen de guerra específico en las Convenciones de Ginebra y en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. Además, la Resolución 2417 de la ONU condena tanto la «inanición de civiles como método de guerra» como la práctica de «privar a los civiles de los objetos indispensables para su supervivencia».
A pesar de la gran cantidad de protecciones legales, hace ya más de un año que el relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, Michael Fakhri, advirtió que los expertos en hambruna nunca habían visto a una población civil sometida al hambre tan rápida y completamente como en Gaza.
A lo largo de los primeros meses de 2024, la organización B'Tselem, representantes de Medical Aid for Palestinians, el responsable de política exterior de la UE y muchos otros lanzaron advertencias similares de que Israel estaba matando de hambre de forma intencionada y sistemática a la población palestina de Gaza.
Riesgo persistente de hambruna
Estas advertencias se basaron en el primer informe de la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (CIF), una iniciativa creada en 2004 para mejorar las proyecciones basadas en pruebas y las respuestas específicas en situaciones de inseguridad alimentaria.
El informe de la CIF de diciembre de 2023 advertía de un riesgo creciente de hambruna como consecuencia de los niveles críticos de inseguridad alimentaria que afectaban a toda la población de Gaza. Más de dos millones de personas sufrían niveles de inseguridad alimentaria de «crisis o peores», la mayor proporción en un solo territorio que la CIF había identificado en casi dos décadas de operaciones.
A medida que la situación en Gaza seguía deteriorándose, se produjo una actuación humanitaria poco sistemática. En febrero de 2024, el gobierno jordano comenzó a lanzar ayuda alimentaria al asediado norte de Gaza, tras lo cual la World Central Kitchen —ONG que participó en los lanzamientos aéreos— declaró que estaba «redefiniendo los límites de la ayuda humanitaria».
Durante el año pasado, los expertos siguieron describiendo una situación extremadamente grave, advirtiendo repetidamente del alto riesgo de hambruna o de su inminente aparición.
En octubre, el gobierno estadounidense pidió al régimen israelí que aumentara el envío de ayuda humanitaria a Gaza. A pesar de esta supuesta presión diplomática, en diciembre, la Red de Sistemas de Alerta Temprana contra la Hambruna (Famine Early Warning Systems Network, una iniciativa comparable a la CIP pero financiada por el gobierno estadounidense) advirtió de que se estaba desarrollando un «escenario de hambruna» en el norte de Gaza. En lugar de obligar a Israel a poner fin a sus tortuosas políticas de privación y violencia militar, las autoridades estadounidenses hicieron que se retirara el informe.
La hambruna de la población de Gaza no comenzó en octubre de 2023, ni cuando Israel incumplió repetidamente y luego rompió el acuerdo de alto el fuego el 18 de marzo de 2025.
A lo largo de la prolongada ocupación y bloqueo de Gaza por parte de Israel, los bebés que nacen con bajo peso, junto con el retraso del crecimiento infantil durante los primeros años de vida, se han convertido en algo habitual. También son frecuentes la anemia y otras carencias de micronutrientes. Todos estos indicadores nutricionales están determinados por el férreo control que Israel ejerce sobre la disponibilidad y diversidad de los alimentos permitidos en Gaza.
Cuando Israel intensificó su bloqueo a Gaza en 2007, aplicó una política concertada de privación sistemática, aparentemente para poner a la población palestina en contra del gobierno elegido en las urnas. No se intentó disimular esta intención; Dov Weissglas, asesor de Ehud Olmert, entonces primer ministro de Israel, declaró abiertamente en 2006: «La idea es poner a dieta a los palestinos, pero no hacer que se mueran de hambre».
Tras un proceso judicial que duró tres años, el Ministerio de Defensa israelí se vio obligado a publicar en 2012 un documento político oficial en el que se detallaba cómo calculaba las necesidades calóricas diarias para reducir el suministro de alimentos a Gaza a un «mínimo humanitario». En la actualidad, el régimen israelí ha abandonado por completo la ilusión de respetar incluso la más baja de las normas humanitarias.
Reclamación de obligaciones políticas
En abril, más de 3.600 niños de Gaza fueron ingresados en centros sanitarios con desnutrición aguda, lo que supone un fuerte aumento con respecto a febrero. Una vez ingresados, muchos niños no reciben el tratamiento que necesitan, ya que casi la mitad de los centros de tratamiento nutricional de Gaza han dejado de funcionar.
Desde el 2 de marzo, el régimen israelí ha bloqueado la entrada de toda la ayuda humanitaria en Gaza, incluidos alimentos y agua. El 16 de abril, el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, declaró sin tapujos: «En la situación actual, nadie va a permitir que entre ayuda humanitaria en Gaza». El 25 de abril, el Programa Mundial de Alimentos anunció que había agotado los suministros de alimentos que le quedaban.
El ejército de Israel ha destruido simultáneamente la capacidad de producción agrícola de Gaza y diezmado las reservas de medios de subsistencia de los palestinos. La frágil cesta de alimentos de Gaza, las panaderías, los barcos pesqueros, los almacenes de alimentos y las cocinas de emergencia han sido blanco de los ataques.
Al menos el 82% de las tierras de cultivo de Gaza han resultado dañadas, el 75% de sus olivos han sido destruidos y el 95% del ganado ha muerto. En medio de los renovados ataques de Israel, se ha ocupado aún más tierra que puede ser objeto de anexión. Al mismo tiempo, las sustancias químicas liberadas por los misiles israelíes, junto a las aguas residuales sin tratar procedentes de los sistemas de saneamiento destruidos, han contaminado el suelo y las reservas de aguas subterráneas.
Como médicos que hemos trabajado en Gaza durante la ocupación israelí, el bloqueo, los repetidos ataques militares y ahora el genocidio, consideramos cómplices a todos los Estados que siguen apoyando activa y pasivamente a Israel. El régimen israelí ha expuesto con determinación la «lógica de la eliminación» inherente a sus ambiciones coloniales. Solo una acción inmediata y concertada protegerá al pueblo palestino de esta última etapa de la campaña de erradicación genocida de Israel.
Las pruebas sobre la estrategia de tierra quemada, las advertencias de hambruna y las declaraciones de genocidio plausible se diseñaron para generar una reacción. A pesar de sus graves implicaciones, estos términos han sido repetidamente manipulados y malinterpretados en beneficio político.
En lugar de invocar una acción concertada, las advertencias de «riesgo de hambruna» se han distorsionado para dar a entender que la situación no es tan grave como afirman los expertos. Del mismo modo, las declaraciones de genocidio «plausible» se han manipulado para ocultar las obligaciones inmediatas de la comunidad internacional con procesos judiciales eternos y la búsqueda aparentemente interminable de pruebas cada vez más irrefutables.
No es demasiado tarde para reclamar las obligaciones políticas necesarias en estas situaciones. La inminencia de la hambruna exige una acción colectiva. La hambruna no puede revertirse solo con ayuda alimentaria. Quienes matan de hambre a otros deben rendir cuentas por sus crímenes, y quienes han sido víctimas de la hambruna deben recibir justicia.
No es demasiado tarde para proteger a la población de Gaza de quienes siguen orquestando y celebrando la depravada política israelí de exterminio por inanición.