Visita de una delegación de La Via Campesina a Cisjordania. Diciembre de 2024. Foto: La Via Campesina
En las cosmovisiones campesinas, de la importancia de los bienes comunes y de su respeto, depende la sostenibilidad de los ecosistemas. En Palestina estos comunales reciben el nombre de musha’a y, más que un manejo del territorio, son una forma de vida y de estar en el mundo aferrándose a lo que han mantenido intacto, que las palestinas transmiten de generación en generación, su tesoro. Una cultura del común, esa llave que portaron las ancestras en la Nakba con la esperanza de volver algún día a sus hogares, abre la puerta al corazón de Palestina y nos enseña su riqueza.
Ni todos los años de expulsión, colonización, intifadas y apartheid han conseguido robar lo que está muy dentro y forma parte de su identidad como pueblo: la enseñanza de cuidar y transmitir la cultura, sus costumbres, la forma de relacionarse, de entenderse parte de un lugar y de saber, con certeza, que la fuerza está en el colectivo.
Esta es la historia de un viaje, el de una delegación internacional organizada por La Vía Campesina con la Unión de Comités Campesinos (UAWC, por sus siglas en inglés) como organización anfitriona y de cómo este sentir comunitario está presente en todos los lugares que visitamos; en cada campesina que resiste en su aldea.
La estrategia de colonización sitúa a las zonas rurales y las tierras agrícolas en zona C, de total control militar por parte de Israel. Esta condición trae consigo el apoyo a colonos que ubican sus asentamientos en las partes altas, roban el agua, sus tierras fértiles, bloquean el paso a los campos, cortan olivares y atacan en la noche las casas, lo que hace muy difícil la vida en las aldeas. Con todo, el peso de la dignidad sigue siendo más fuerte que el miedo, seguirán en sus tierras.
Nuevas cooperativas de jóvenes están asentándose en los pueblos y emprendiendo proyectos agrícolas. Entre sus objetivos está aprender de sus mayores el manejo de la tierra, defender la superficie fértil o investigar nuevos recursos hídricos.
Bas Baladí es la tienda de productos campesinos en Ramalla impulsada por la UAWC, en ella podemos encontrar más de un centenar de productos diferentes, orgánicos y sin presencia de químicos. La tienda apoya especialmente a cooperativas de mujeres para que exista un punto de venta de producto local en la capital.
El banco de semillas de la UAWC, situado en sus oficinas en Hebrón, es un ejemplo del amor que las palestinas ponen en lo que hacen. Un bordado a mano con el logotipo cuelga de la puerta, cada detalle está cuidado. Allí se reciben las semillas, se limpian, se comprueba su poder germinativo y se guardan para su envasado. La complicada situación política ha hecho que se extremen las medidas de seguridad para preservar las semillas a buen recaudo, estas pequeñas cápsulas de información genética que contienen en su interior la historia del pueblo palestino.
El mundo está perdiendo un conocimiento que no recuperará jamás. Preservar las formas de vida campesinas, defender su legado como el saber más preciado que la humanidad tiene para la continuidad de la vida en el planeta es un acto de justicia epistémica.
Dora Cabaleiro
Labrega, representante del SLG