Patricia Dopazo Gallego

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Visita a las luchas del Valle de Baztán durante el Foro de soberanía alimentaria, feminismo y defensa del territorio de 2019. Foto: Mugarik Gabe Nafarroa

En febrero de 2022, se presentó un estudio sobre la situación de la soberanía alimentaria en Navarra a través de 19 indicadores. Se acompañaba de un manifiesto que reivindica que es «posible y urgente construir un nuevo sistema agroalimentario basado en la agroecología, la soberanía alimentaria y la economía sostenible, solidaria, cooperativa y feminista». ¿Existe en Navarra un proceso de articulación y transformación por parte de los movimientos sociales y la ciudadanía que pueda inspirar a otros territorios?

 

 

Hablamos con Ester Montero, dinamizadora agroecológica y autora del estudio; con Mayu Serreau, de Mugarik Gabe Nafarroa, una de las organizaciones impulsoras del manifiesto y de diferentes foros y actividades; y con Gotzone Sestorain, productora e integrante de Etxalde (Movimiento de baserritarras por la soberanía alimentaria). ¿Cómo valoran la situación del movimiento en Navarra?

Sin querer comparar con otros territorios, Ester empieza por destacar la cantidad de iniciativas colectivas que existen: «En Navarra tenemos muchos grupos de consumo y personas productoras organizadas en torno a cuestiones como la comercialización, los cultivos extensivos, la transformación de alimentos, la ganadería tradicional… Tienen cierta fuerza, pero no están dentro de una plataforma común». Mayu está de acuerdo, no se atreve a hablar de un «movimiento por la soberanía alimentaria de Navarra», pero sí de «movimientos que van surgiendo y que poco a poco tienen contacto entre ellos y se coordinan». Hablando de coordinaciones y sinergias, Ester añade que, además de la producción y el consumo agroecológico, en Navarra hay un tejido muy vivo que hoy en día es fundamental: los diferentes colectivos relacionados con la defensa del territorio (contra el tren de alta velocidad, los macroproyectos turísticos y energéticos, la minería…). «En ellos permea mucho la idea de soberanía alimentaria por su propia naturaleza, pero también gracias a los foros de soberanía alimentaria y a otros espacios de encuentro donde hemos trabajado en tender estos puentes».

 
   En Navarra hay un tejido muy vivo que hoy en día es fundamental: los diferentes colectivos relacionados con la defensa del territorio.   
 

Una prueba de la presencia del discurso de soberanía alimentaria en todos estos espacios lo puede representar Etxalde. Gotzone explica que el colectivo ha participado activamente en los foros, que impulsaron el estudio y el manifiesto, pero además también en la plataforma contra las macrogranjas y en la Carta de los Derechos Sociales en Euskal Herria. «Todos son espacios plurales, de alianzas, donde se denuncia la cruda realidad que tenemos en el sector agroalimentario, pero también donde se elaboran propuestas para avanzar en la soberanía alimentaria».

Navarra Macrogranjas Eroski 2021

Concentración en Pamplona contra las macrogranjas en 2021

Las articulaciones reales surgen de la práctica

Con esta primera foto de multitud de iniciativas diversas que se van conociendo y relacionando en diferentes espacios, la siguiente pregunta es si se considera necesaria una plataforma que las agrupe para conseguir más incidencia política y social.

Mayu cuenta que la Asamblea por la Soberanía Alimentaria de Navarra (ASANA), «surgió hace unos años con ese objetivo, sin embargo, consiguió sobre todo agrupar a colectivos del consumo, no tanto de la producción, y ahora mismo está parada». Para ella no es un drama, ya que se está dando cuenta de que las articulaciones reales finalmente surgen de la práctica, del día a día, y queda claro en la figura de la Plataforma contra las macrogranjas de Navarra, el espacio que agrupa actualmente a más colectivos. «Está sirviendo para conocernos, organizarnos y, además de denunciar la ganadería industrial, reivindicar un cambio de modelo alimentario».

Pero sí, las tres ven necesaria una figura o un espacio común que haga de paraguas. «No lo veo como una entidad formal, institucionalizada, sino como un espacio de trabajo continuado entre colectivos con inquietudes comunes que facilite que nuestras reivindicaciones lleguen a las administraciones», explica Ester. Mayu coincide en que es el reto pendiente, «a veces da la sensación de que somos muchos grupos pequeños haciendo cosas muy parecidas, por eso es importante sumar y no duplicar esfuerzos; con una plataforma en el ámbito de Navarra conseguiríamos eso y también evitar que haya colectivos que se sientan solos».

 
   Muchas veces caemos en ese énfasis de ampliar sin tener las bases asentadas y esto tiene riesgos.   
 

Respecto a contar con una plataforma en el ámbito estatal, tienen claro que, antes de eso, la prioridad sería tener algo fuerte en cada territorio y ya han dicho que en Navarra no están en ese punto. Mayu explica que «muchas veces caemos en ese énfasis de ampliar sin tener las bases asentadas y esto tiene riesgos: objetivos que no se han pactado bien, ritmos y prioridades diferentes, sensación de agendas impuestas desde otros territorios…  Lo vemos en otros movimientos aquí en Navarra. Es importante cuidar los procesos y a las personas y no quemarse». Ahora bien, según ellas, eso no quita para que se establezcan coordinaciones puntuales entre territorios. Consideran fundamental contar con redes de comunicación y de intercambio de experiencias que puedan ser inspiradoras.

Poner el cuerpo en la defensa del territorio

Aunque casi la mitad de la población de Navarra vive en la comarca de Pamplona, el movimiento vinculado a la soberanía alimentaria no está centralizado en la ciudad. «Diría que en este sentido la gran brecha en Navarra no es tanto entre campo y ciudad, sino entre el centro-norte y la comarca de la Ribera, donde se ha roto con el modelo de agricultura tradicional y hay más industrialización», explica Mayu, que señala que el hecho de que en esta comarca haya menos movimientos sociales no es una coincidencia.

Esta ruptura con el modelo de agricultura tradicional, Gotzone la ve como una violencia hacia el territorio, ya que «recursos como la tierra, el agua y las ayudas públicas se están utilizando en beneficio de los intereses del capital y no para cubrir nuestras necesidades alimentarias; gran parte de la producción agraria y ganadera de Navarra está destinada a exportación, mientras importamos alimentos». La ganadera y activista cita otras agresiones, como la contaminación de la tierra y el agua, por el uso excesivo de fertilizantes y por los purines de granjas industriales, junto a la minería y los macroparques eólicos y solares que pretenden instalarse en zonas de pastos comunales y tierras de cultivo. «Todas estas agresiones pueden ser una oportunidad, porque evitarlas nos indica el camino que tenemos que recorrer, empezando por la defensa de los bienes comunes, tierra y agua, que son imprescindibles para construir la soberanía alimentaria por su carácter estratégico y su valor ambiental».

 
   Los comunales son imprescindibles para construir la soberanía alimentaria.   
 

¿Cómo se construye un movimiento fuerte de defensa del territorio? ¿Qué elementos lo favorecen? «Creo que Navarra, debido a contextos y realidades históricas, tiene una fuerte autoestima colectiva y una tradición de reivindicación cultural potente comparada con otros territorios», dice Ester; pero señala que, lamentablemente, este sentimiento identitario no se ha traducido en una reivindicación de la soberanía alimentaria por parte del sector primario. Añade que «no hay una crítica generalizada del impacto que ha supuesto la reconversión industrial y el modelo de intensificación agraria, ni siquiera por parte de colectivos con reivindicaciones culturales; las ideas de la modernidad entraron con mucha fuerza y aún hoy parece que ese es el único camino. No se cuestiona tampoco por parte de los grandes sindicatos agrarios, cuyo papel es decepcionante».  Para Mayu también este es un reto pendiente: el concepto de soberanía alimentaria podría agrupar a las luchas por la defensa del territorio, el mundo rural vivo, el patrimonio cultural…, pero pedagógicamente aún queda mucho por hacer en ese sentido y es lo que trabajan, entre otras cosas, en su organización.

Pero las grietas van aumentando. En Navarra hay luchas por la defensa del territorio en las que se está pasando a formas de resistencia noviolenta y desobediencia civil, algo que en los últimos años estaba más paralizado. Ester pone como ejemplo la experiencia de Aroztegia, que ha conseguido paralizar de momento un proyecto turístico y urbanístico en el valle de Baztan, una zona ganadera, aunque ha habido represión con multas muy importantes. «Obviamente, la amenaza penal que pueda tener una acción te frena, pero aquí históricamente ha estado más presente el tema de la represión, especialmente en el norte de Navarra, y hacer colectas para pagar multas ha estado en el día a día», explica.

«La gente está poniendo el cuerpo», añade Mayu, y menciona el caso de la lucha contra las macrogranjas. «Hay compañeras que han llegado a exponerse hasta un nivel muy elevado de agotamiento, sobre todo por los conflictos locales y por esa idea extendida de que estás yendo “contra el desarrollo” de tu pueblo. Sentirse arropadas y con una respuesta colectiva les ha respaldado a nivel emocional, pero no es fácil. Estoy de acuerdo en que somos un territorio activo, pero hay quien no participa por el coste que supone a nivel social». Y, en este punto, Mayu recuerda a las líderes de pueblos del sur en resistencia que han visitado Navarra y las similitudes que, salvando las distancias, hay en sus relatos de lucha contra las multinacionales. «Generar conflictos dentro de las comunidades parece una estrategia común de los poderes económicos, tanto aquí como en México o Guatemala».

Sueño y realidad

Actualmente, el sector vive una crisis por el precio de los suministros y el combustible que hace que la situación de las personas productoras a pequeña escala sea desesperada. «Además, aquí hay que sumar la sequía», dice Ester. «Hay quien ordeñaba a máquina y ahora lo hace a mano porque tiene que ahorrar costes. Se enfrenta el otoño y el invierno con zonas de pastos que ahora son casi un desierto y no se han recogido forrajes después de un verano nefasto».

¿Cuál es el plan de emergencia por parte de los movimientos sociales? Mayu y Ester cuentan que cada vez se habla más de esto, pero hay pocas respuestas. Para Gotzone, ahora podría ser un buen momento para iniciar una transición a un modelo productivo más sostenible y autónomo, pero hace falta que las políticas públicas vayan en esa dirección. «En el manifiesto que publicamos, que ya han suscrito 60 entidades, había 63 medidas a adoptar por las administraciones públicas. Es el momento de abandonar los fertilizantes y plaguicidas, ya que están ahora tan caros y en eso la administración puede acompañar económica y técnicamente. También para poner freno a los proyectos de macrogranjas que hay en Navarra, que son muchos. Otra acción interesante sería volver a crear las redes entre agricultores y ganaderos para el suministro de cereales, forrajes y proteína vegetal de manera directa, evitando los mercados especulativos». Mayu incide en la importancia de la cooperación y la solidaridad: «Hay alguna iniciativa en Pamplona de bancos de alimentos con criterios sociales, con personas preocupadas por generar redes de apoyo con el campo para afrontar las necesidades crecientes que va a haber».

Redes de cooperación y cuidado y soberanías de todo tipo son elementos protagonistas del modo en que las tres entrevistadas sueñan el futuro de Navarra. Para Ester, «sería un futuro donde las comunidades campesinas tendrían mucho que aportar, por ejemplo, en la gestión de los propios recursos para satisfacer necesidades locales. Me imagino una sociedad rural que impulse la recuperación de concejos y de aprendizajes que han demostrado su vigencia y validez, que incorpore cuestiones relacionadas con las diversidades de género y de todo tipo». Mayu añade que habría «menos concentración de personas y actividad en las ciudades, se recuperaría la vida en los pueblos, los ritmos de la naturaleza, la reconexión con la tierra respetando las particularidades de cada lugar». Gotzone se imagina una producción diversificada en un sector a pequeña y mediana escala, donde haya desaparecido la ganadería industrial y se vuelva a conectar con la agricultura basada en manejos agroecológicos y la ganadería extensiva. «Me imagino una Navarra multicolor. Tenemos tierras fértiles, múltiples climas y grandes reservas de agua dulce; es un lugar ideal para la producción de alimentos variados. Sueño con recuperar lo que llegamos a tener un día».

 

Foros de soberanía alimentaria, feminismos y defensa del territorio

En estos años, las organizaciones y ONG que trabajan la soberanía alimentaria (como Mugarik Gabe Nafarroa o Mundubat) han conseguido consolidar los Foros de soberanía alimentaria, feminismos y defensa del territorio. Este año 2022 se ha celebrado el cuarto. «Los foros han sido la cita más multitudinaria de lo que podemos llamar movimientos por la soberanía alimentaria. Nos hemos llegado a juntar más de 100 mujeres y se han establecido relaciones y vínculos personales y colectivos que dan frutos», dice Mayu.

En los foros se ha contado con visitas de defensoras del territorio del sur global que aportan otras visiones de las luchas y las relaciones con la naturaleza. Para Ester, estas aportaciones han sido muy importantes para conseguir vincular a los feminismos más urbanos y europeos a la defensa del territorio. «Estamos contribuyendo a que estos temas dialoguen y esto es superpotente».

 

Patricia Dopazo Gallego

Revista SABC

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