#Verano2060

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cartel conferencia

El entorno del GAC Zapatista ilustrado por una de sus integrantes

El Grupo de Autodefensa Comunal (GAC) Zapatista convive y actúa desde una pequeña localidad de las montañas, en una ubicación indeterminada. Hace años que sus cursos virtuales en tecnologías se han popularizado enormemente entre la población joven de toda la península. Aquí comparten con la revista un breve relato de su cotidianidad.


Sam se levanta temprano, con los primeros rayos del sol, las persianas mecanizadas se abren. Aunque las antiguas cuatro estaciones ya no existan, en zonas montañosas aún corren brisas matutinas que ayudan a ventilar las casas y a refrescar los ladrillos radiantes que mantienen la temperatura del día anterior. El molinillo de café se pone en marcha, el agua, a hervir. El pan está casi listo. Dejar la cocina programada por la noche con la RaspberryPi[1] es de lo más cómodo... ¡y todo un placer sensorial para el amanecer!

Hoy tiene que ir al huerto. Alguien ha derribado su dron horticultor; lo sabe porque un aviso le ha llegado de madrugada a su ordenador reciclado. Es posible que haya sido algún animal o el vecino que aún cree en la España con mayúsculas

Nada más salir de casa, Sam recoge la bici eléctrica del anclaje de carga comunitario y es allí donde se encuentra con su amiga Mia. Aprovecha para preguntarle si le puede acompañar a buscar su dron, ya que ella es experta en reparación de tecnologías de principio de siglo. Y es que ya casi no existen las fábricas de «cosas nuevas» como antes; quizás unas pocas queden en los viejos polígonos cerca de las grandes urbes y zonas amuralladas. Pero esa gente funciona aún en bitcoins y todo resulta extremadamente caro; en las ciudades no suelen aceptar moneda libre,[2] la más usada en las biocomunidades.

De camino, Sam y Mia se cruzan con un montón de gente trabajando en las huertas junto a sus drones, biciazadas, mulas eléctricas recicladas y mejoradas. Las parcelas cuentan con sistemas de sensores conectados en red que hacen mediciones de humedad, pH de la tierra, control de plagas diversas, etc. y almacenan datos para compartirlos de manera libre y distribuida vía un sistema de cadena de bloques. Al fondo divisan ese hacklab[3] rural que parecía una utopía hace 40 años: desde allí, en una época, algunos locos ya empezaban a concienciar a la gente sobre la importancia de las tecnologías libres, de la cultura DIY,[4] de la domótica para no vagos, de la privacidad y seguridad, y de cómo tener más soberanía, no solo en la alimentación, sino también en las tecnologías.

Mia: Oye, ¿te has enterado de las últimas noticias?

Sam: Mmm… no, ¿qué ha pasado?

Mia: Buah, ha salido por fin el macrojuicio a GAFAM S.A., ¿recuerdas? ¡Aquella fusión de lo que eran Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft hace medio siglo! Y luego todo aquel follón que se lio con los millones de teras de datos personales que vendieron a grandes multinacionales…

Sam: Pero ¿no era que hicieron expropiaciones de bienes y propiedades a muchísimos particulares y empresas?

Mía: ¡Eso, justo! A un primo mío le pidieron una cantidad enorme de los antiguos euros por haber utilizado sus servicios por años. Y como no pudo afrontar la multa, le expropiaron una casa que tenía en Alicante… Bueno, en «la vieja Alicante», la que ahora está semihundida tras el último maremoto.

Sam: ¡Qué despropósito! Ojalá les caiga la máxima pena y estén obligados a trabajar para la comunidad.

Llegado a un punto del camino, Sam revisa la última localización del dron. «¡Menos mal que aún funciona algún satélite de GPS gracias a aquel macrohackeo que hubo previo a la época del colapso!», piensa.

Mia: Allí está, ¡entre esos arbustos!

El dron de Sam, hecho de madera con planos de Dronecoria,[5] está destrozado. Se ve que la caída fue fatal, pero evidentemente no fue un error; todo apunta a que fue derribado por un disparo…

Sam: ¡Ahhh, mierda, esto no puede ser! Siempre pasa algo, joder, ¡no podemos seguir permitiendo estas acciones en nuestra comunidad!

Mia: Bueno, no te preocupes… Ya lo vamos a resolver; en el fablab reparamos todo tipo de herramientas, piezas y maquinaria. Acabamos de montar la nueva impresora 3D y hay un montón de piezas recicladas de toda la basura tecnológica, desechada a principios de siglo por el consumismo desenfrenado, que podemos reutilizar…

Sam: ¡Dios! Lo plantearé en la asamblea del próximo círculo holocrático, de la biocomunidad: tenemos que poner fin a estas agresiones motivadas por el individualismo y la envidia.

Rescatado el dron horticultor, se dirigen al bancal para ver los cultivos: ¡los calabacines, los pepinos y los melones estaban espectaculares! La mutación del antiguo verano a un clima más tropical, en realidad, está yendo genial para las cucurbitáceas. Desde allí, Sam y Mia deshacen camino para echar una mano en las cocinas. Hoy ambos figuran en el tablón como responsables de lavado y pelado de verdura.

Nada más llegar a las instalaciones donde diariamente se preparan las ollas comunitarias, se encuentran con la chef Jara, quien les espera dispuesta a cocinar un estofado de tofu de guisantes (conejo aparte, para los aún carnívoros). Tras limpiar y trocear bien las verduras que trajeron por la mañana del huerto donde trabaja Sam, organizan el comedor para una treintena de raciones. Una vez todo listo, se abren unas cervezas locales mientras esperan a que el resto de las compañeras vayan llegando.

Mia saca su dispositivo móvil del bolsillo.

Mia: He visto que en el Fediverso[6] han publicado que la Biocomunidad del Ebre ha conseguido recuperar semillas de arroz anteriores al colapso… ¡Tendremos que decírselo a Jara!

Sam: Eh, ¡qué bien! Ojalá no tengan mucha modificación genética y puedan empezarlas a reproducir. Por cierto, ¿cómo es que aún llevas ese móvil de hace una década? ¿No tenían todos obsolescencia programada?

Mia: No, es que este lo he conseguido rootear[7] y es el que tengo configurado guay para entrar a la red en malla de la biocomunidad…

Sam: Ah vale…, yo aún tengo que liberar el mío para eso; no entiendo cómo en el pasado la gente era dependiente de proveedores de internet centralizados y que además les censuraban ciertos contenidos...

Mia: Totalmente, la guifinet8[8] es mucho mejor que eso que llamaban internet, al fin y al cabo era todo propaganda y egos, ahora con las redes malla hay compartición real y equitativa y, por lo tanto, más rica.

Las inmediaciones van llenándose de gente, algunos con sus recipientes de vidrio para recoger la ración diaria de la olla comunitaria. Jara sale de la cocina: «¡Vayan terminando sus tertulias que la comida está lista y se enfría!».

Como hoy es viernes por la tarde, hay cinefórum. Hoy está programado un clásico: La belle verte.[9] El círculo holocrático cultural ha escogido esta película para analizar entre todas cómo hace 64 años ya algunas pudieron visionar y mezclar un futuro ideal con un presente distópico…

Para la actividad se ha habilitado una gran pantalla cerca del granero comunitario; en el suelo, colchonetas, cojines y tumbonas; el proyector, reciclado, data de finales de 2010… ¡Casi medio siglo funcionando!…, solo que ahora opera con baterías solares y leds de última generación.

Una vez terminada la película, empieza el debate y José, el «cabecilla de la casa de arriba», aquella en la que aún ondea la vieja bandera de España, trata de arremeter contra todas las fantasías de la película: que no se cree la telepatía, que si la tierra no estaba contaminada, que aquellas solo eran historias de rojos… En fin, lo de siempre cuando uno lleva encima un par de vinos de más.

Aparte de ese pequeño mal rollo, José en realidad sabe que aquí vive mucho mejor, ya que en la ciudad donde él nació todo era añoranza y pobreza… Se va muy callado junto a sus hijos.

Está oscureciendo… Tras el debate, el público se va dispersando… Mañana hay que madrugar para aprovechar la luz solar.

Mia: ¡Me retiro a mi casa, que estoy cansada! ¿Qué haces mañana por la mañana, Sam?

Sam: Ir al huerto…, reparar mi dron horticultor, también tengo una clase virtual de Solarpunk[10] para reciclar y soldar unas baterías de litio… Aún no sé muy bien, ¿por?

Mia: Por nada. Es que el otro día, dando un paseo, Kim y yo descubrimos una antigua casa abandonada, al otro lado del barranco. No había nadie en su interior, pero encontramos varias tablets, libros electrónicos y material propagandístico de las ciudades que nos pareció un poco sospechoso allí…

Sam: Mmmm, ¿en serio? Pues por esa zona, hace unos días andaba El chule, el hijo de José, el cabecilla de la casa de arriba… Siempre está igual, como hoy en el cinefórum, con que cualquier pasado fue mejor. Es lo que tiene convivir con su padre, que le debe estar poniendo la cabeza como un bombo. Con razón pasa casi todo su tiempo en el metaverso;[11] a ver si es el quien quiere boicotearnos…

Mia: ¿Tú crees? Puede ser que esté entrenándose para enrolarse con alguno de los paramilitares, como trampolín para poder entrar en la ciudad.

Sam: Todo es posible entre quienes no han aceptado aún que el futuro está en la ruralidad y en la autosuficiencia. No entienden que nuestra supervivencia depende de la organización descentralizada y comunitaria y el respeto a la biodiversidad… Es importante que evitemos los conflictos con la propiedad; pero, claro, de vez en cuando es necesario parar los abusos: para eso están los zapatistas,[12]¿no?

Mia: ¡Totalmente de acuerdo!… Bueno, vente mañana que he quedado con Kim y vamos todas juntas a ver qué pasa allí, ¿te parece?

Sam: ¡Perfecto, me encanta el plan! Os veo en el punto de anclaje eléctrico comunitario a las 8.

Mia: ¡Súper! Y, si quieres, a la vuelta de la misión casa abandonada, te echo una mano con ese dron que te derribaron, ¿vale?

Sam: Eso sería estupendo, ¡gracias! ¡SAX!

Mia: ¡SAX![13]

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[1] RaspberryPi: Minicomputador pensado para aprender a utilizar hardware y software libres, su uso está muy extendido entre las comunidades hacktivistas.

[2] Moneda libre: Proyecto de economía para poner al ser humano en el centro de la creación monetaria y permitir intercambios más libres y justos.

[3] Hacklab: Anglicismo que significa ‘laboratorio de hackeo’, lugar donde la técnica y la creatividad no tienen límites y se desarrollan nuevas funciones para las herramientas convencionales.

[4] DIY: Del inglés, do it yourself, ‘hazlo tú mismo’. Movimiento de autogestión muy promovido por el punk y luego trasladado a los millones de vídeos de internet.

[5] Dronecoria: Colectivo autogestionado que diseña drones sembradores.

[6] Fediverso: De la unión de federación y multiverso. Sistema de publicación en web y redes sociales «no privativas» que, a través de un sistema de comunicación común, permiten tener controlados los diferentes datos privados y públicos, sin jerarquizar el control de la información.

[7] Rootear: Anglicismo que significa algo así como ‘convertirse en administrador’. En el siglo xxi, liberar los móviles del software impuesto por los fabricantes.

[8] Guifinet: Guifi.net es la red libre más grande del mundo, iniciada en el Estado español, funciona en contraposición a las redes comerciales monopolísticas y permite la interconexión entre operadores profesionales, instituciones, amateurs y todo tipo de seres humanos interesados.

[9] La belle verte: Película utópica de ciencia ficción francesa. Trata de un planeta en el que viven personas capaces, entre otras cosas, de comunicarse por telepatía y de teletransportarse en el espacio.

[10] Solarpunk: Es un movimiento que propone dar la vuelta al consumismo en favor de un mundo verde, fomentando visiones tecnológicas optimistas del futuro y solucionando los problemas medioambientales actuales.

[11] Metaverso: entorno virtual donde los humanos interactúan e intercambian experiencias en un ciberespacio, el cual actúa como una metáfora del mundo. Generalmente creado por multinacionales.

[12] Zapatista: En el año 2060, grupo de autodefensa comunal, en honor al colectivo que manda obedeciendo desde finales del siglo XX en la sierra mexicana junto al pueblo indígena.

[13] SAX: Coloquialmente, entre comunidad Guifinet, ‘salut, amor i xarxa’.

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