El conflicto de las campañas de saneamiento

Óscar García Barrero

 

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Rebaño de ganadería extensiva. Foto: Óscar García Barrero

Desde hace años y de forma creciente, los ganaderos y las ganaderas de todo el Estado identifican como uno de sus mayores problemas las campañas de saneamiento ganadero. Es una afirmación paradójica que un mecanismo que aspira a mejorar la salud de personas y animales y a facilitar la productividad sea la causa de continuos conflictos y enfrentamientos, en lugar de ser un beneficio o un aliado.


 

LA MALA GESTIÓN DE UN PELIGRO INVISIBLE

Así es, lo anteriormente descrito lo explican de forma muy gráfica un buen número de ganaderas y ganaderos: «Las campañas de saneamiento son una pesadilla», dicen. O, como cuenta Jesús, ganadero extremeño, «en la última campaña de saneamiento me obligaron a matar 300 cabras que luego en el matadero se vio que estaban bien».

Las campañas de saneamiento están incluidas en los mecanismos oficiales y obligatorios de control de la salud del ganado y se rigen por una normativa general de la Unión Europea que se desarrolla por las autoridades del Estado español y se concreta en los Programas Nacionales, generalmente bianuales. Uno de sus objetivos es la erradicación de la tuberculosis y la brucelosis. Por eso, como mínimo una vez al año, se hace una serie de análisis y pruebas a los animales, y aquellos que muestran resultados positivos en alguna son sacrificados obligatoriamente.

La mayoría de problemas se da en el Programa Nacional de Erradicación de Tuberculosis Bovina, que afecta tanto a ganaderías de vacuno como de caprino. Después de los primeros años, en los que el programa avanzó con rapidez, se llegó a un estancamiento en los resultados, con cierta sensación de fracaso. Y, desde entonces, cada vez es más frecuente la aparición de animales supuestamente afectados por esta enfermedad (a partir de la prueba de la tuberculina), lo cual provoca un gran desconcierto entre la población ganadera. Después de 30 años de esfuerzos, ¿estamos igual o peor? Mientras tanto, la administración, con su propia lógica, en vez de analizar qué ha pasado, da otra vuelta de tuerca y aumenta la presión y el rigor de las campañas, obteniendo como resultado más animales supuestamente afectados, más sacrificios obligatorios... y más tensión y enfrentamientos.

ALGUNAS RAZONES PARA QUE, APARENTEMENTE, «TODO FUNCIONE MAL»

 Como veterinario que trabaja en el campo acompañando muchas ganaderías, creo que puedo indicar las razones que, según mi punto de vista, causan estas situaciones.

En primer lugar, hay que destacar que la mayor parte de los problemas están ocurriendo en ganaderías extensivas que, como sabemos, se basan en el aprovechamiento de recursos propios del territorio, mediante el pastoreo y con una forma de vida de los animales cercana a lo natural. Pero en cambio, el modelo imperante de gestión sanitaria y las campañas de saneamiento están mucho más enfocados en otro modelo productivo, la ganadería intensiva: animales estabulados, aislados del medio e hipercontrolados. En estos casos, el método de trabajo y el modelo epidemiológico utilizados en la gestión sanitaria funcionan bastante bien. De hecho, en estos sistemas cerrados y compartimentados, soluciones radicales como el sacrificio de la totalidad de los animales y su sustitución por otros nuevos, pueden ser efectivas y acabar con una enfermedad. ¿A qué precio?, esa es otra cuestión... Pero en la ganadería extensiva este método de trabajo fracasa porque el contacto entre ganado es inevitable y, sobre todo, porque el ganado en muchas regiones está en contacto directo o indirecto también con la fauna silvestre. La realidad, ya muy constatada por los estudios de personas expertas y científicas, es que más de 30 especies silvestres pueden están infectadas por la bacteria de la tuberculosis bovina, aunque el mayor problema se localiza en ciervos y jabalíes, con porcentajes de animales infectados de entre el 20 y el 60 por ciento, con el agravante de situaciones de superpoblación. Por eso, científicamente, se habla ya de tuberculosis animal y no de tuberculosis bovina. Este hecho y el paso de la enfermedad de unas especies a otras, incluyendo el ganado vacuno y el caprino —hasta hace poco negado sistemáticamente por las administraciones que gestionan la sanidad animal—, es hoy una verdad que casi nadie discute. En estas condiciones, con una vía de entrada de nuevas infecciones siempre abierta, el objetivo de erradicación de la tuberculosis es una quimera y cada vez más voces proponen que se reconozca esta situación, se deje de luchar por una erradicación imposible y se adopte un objetivo razonable de control de la enfermedad y convivencia con el problema.

El tejido social, la base del futuro

Fundación Entretantos

La situación actual de la ganadería extensiva de nuestro país, sobre todo en el ámbito legal y sanitario, es muy preocupante. Los ganaderos y las ganaderas en extensivo sufren problemas con las políticas de gestión forestal, el acceso a los pastos, la movilidad de los animales, las políticas sanitarias arbitrarias e injustas o las cargas administrativas. A pesar de la capacidad de influencia de las cooperativas, interprofesionales y organizaciones agrarias, la ganadería extensiva siempre ha notado un déficit de voz y representación. Afortunadamente, esta situación está cambiando gracias a la aparición de distintas asociaciones que defienden directamente el interés de la actividad. Ya había algunos ejemplos repartidos por Picos de Europa, País Vasco, Pirineos, Ripoll, Andalucía, Sanabria, norte de Cáceres, etc.; algunos de ellos con una incidencia notable aunque restringida en el territorio. Entre todas estas iniciativas, destaca por su frescura y su acierto Ganaderas en Red, una organización específica de mujeres ganaderas en extensivo y pastoras que defienden su labor y, en paralelo, el papel de las mujeres y la perspectiva de género en el medio rural.

Si en algo coinciden todas estas organizaciones, es en la necesidad de unir a todas las personas dedicadas al pastoreo y a la ganadería extensiva en una organización fuerte, objetivo que ha sumado ya varios intentos a escala estatal. En este sentido, fue pionera la Federación Estatal de Pastores (FEP), que congregó a diferentes entidades. Más recientemente, ha ido ganando terreno Ganaderos Ibéricos Unidos (GIU), que aglutina a muchos ganaderos y ganaderas en la defensa de sus derechos.

 

En segundo lugar, otro aspecto, tal vez el más controvertido, es la posible transmisión de la tuberculosis animal al ser humano; dicho de otra manera, su consideración como zoonosis. Este argumento, que ha sido en gran parte el soporte para justificar los programas de erradicación, en realidad se está utilizando de una forma bastante sesgada. La tuberculosis animal o bovina (causada por Mycobacterium bovis), tiene un riesgo mínimo de contagio a las personas, y aún mucho menor en las condiciones de vida de los países llamados desarrollados. La única vía de contagio significativa es el consumo de leche procedente de vacas enfermas sin condiciones higiénicas. Podemos decir entonces que se están aplicando medidas muy duras y radicales que generan elevados costes económicos para luchar contra un riesgo muy pequeño.

La tercera cuestión que dificulta el éxito de las campañas de saneamiento y origina daños y agravios al sector ganadero es que las pruebas analíticas utilizadas tienen importantes limitaciones. Ni la intradermotuberculinización (prueba de la tuberculina) ni el test de gamma-interferón tienen la suficiente fiabilidad. La consecuencia es la aparición de demasiados «falsos positivos», como se demuestra cuando se analizan con pruebas verdaderamente fiables los órganos de los animales sacrificados y se registran, en un porcentaje alto, como animales sanos.

Sin entrar en una guerra de cifras, la conclusión es que se está matando innecesariamente un gran número de animales. Además de las objeciones éticas que se podrían esgrimir, esto descorazona a quienes viven de la ganadería extensiva y les hace perder la confianza en el sistema de gestión sanitaria.

 
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Toma de muestras en campaña de saneamiento Foto: Óscar García Barrero

 

¿POR QUÉ OCURRE TODO ESTO?

Visto lo incomprensible de la situación, es lógico que ganaderos y ganaderas que sufren esta situación lleguen a pensar que todo es una extraña conspiración para acabar con el ganado, con quienes lo cuidan y con el medio rural... «Quieren acabar con nosotros. Parece que estorbamos», he escuchado repetidas veces.

Lo cierto es que en estas palabras hay más verdad de lo que parece. Tal vez no de forma explícita, pero todo lo que se desmarque del patrón intensivo-productivista-industrializado-globalizado, está claro que incomoda. La filosofía del modelo sanitario oficial nace del mismo tipo de pensamiento único: lo bueno es lo controlado, lo acotado, lo tecnológico, lo aséptico. En ese marco, precisamente, puede que la ganadería extensiva sea un elemento poco querido, ya que en el fondo hablamos de la herencia de lo nómada, de algo incontrolado y soberano; un buen ejemplo del modelo ecológico, sostenible y a pequeña escala al que todo este sistema quiere poner barreras, de tipo comercial o, como es el caso, de tipo sanitario, además de infundir la desmoralización y el miedo.

Aparte de esto, la obcecación de quienes gestionan la sanidad animal por insistir en un sistema que no funciona correctamente tiene que ver también con una inclinación rutinaria, una resistencia al cambio, sobre todo si hay que hacer autocrítica. Se suman, claro, todo tipo de actitudes humanas: el prestigio personal, la defensa de un proyecto que se hace propio..., y otras menos justificables, como el trato un tanto despectivo que la administración sigue dando a la gente del campo a la que ni siquiera se le pide opinión.

Para complicar más la cuestión, y como pasa en tantos otros servicios públicos, la mayor parte de los trabajos de campañas de saneamiento se está externalizando; es decir, aunque la regulación y la responsabilidad son de la administración, el servicio lo prestan empresas privadas subcontratadas. Más allá del juego de intereses económicos que se crea y de los rumores y sospechas de corruptelas y manipulaciones, lo cierto es que estas empresas, con un gran componente de precarización laboral, están muy presionadas para conseguir resultados y actúan con dureza o excesivo celo.


   Visto lo incomprensible de la situación, es lógico que ganaderos y ganaderas que sufren esta situación lleguen a pensar que todo es una extraña conspiración para acabar con el ganado, con quienes lo cuidan y con el medio rural... «Quieren acabar con nosotros. Parece que estorbamos», he escuchado repetidas veces.   
 

EL DAÑO A LAS GANADERIAS NO ES SOLO ECONÓMICO

La normativa prevé indemnizaciones por el sacrificio obligatorio de animales, pero el sector ganadero siempre las ha calificado como insuficientes, pues no cubren las pérdidas económicas por inmovilización del ganado, la imposibilidad de vender animales, los retrasos en los ciclos productivos, etc. Además, para muchas de las personas afectadas el daño económico no es el único, ni siquiera el más importante.

En apoyo a los ganaderos y las ganaderas

Fundación Entretantos

Universidades, organizaciones ecologistas, grupos de investigación, instituciones, entidades de desarrollo rural y asociaciones culturales son muy conscientes del papel que la ganadería extensiva desempeña en la economía y el empleo del medio rural, de los servicios ecológicos que presta a toda la sociedad y de su papel clave en la gestión del territorio.

Por eso, entidades como la asociación Pastores por el Monte Mediterráneo han desarrollado iniciativas de apoyo centradas en su labor para la prevención de incendios y la gestión del monte. Otras, como Trashumancia y Naturaleza, se han dedicado a proteger la movilidad de los rebaños, las vías pecuarias y la cultura trashumante. Iniciativas privadas y públicas en colaboración, como las escuelas de pastores, están dando un vuelco a su visibilidad social y consideración profesional. El espacio académico, clave para el desarrollo y la innovación en el sector, también se ha volcado con el pastoreo en Madrid, Catalunya, Andalucía, Extremadura y otras comunidades. No obstante, la principal iniciativa estatal de apoyo al sector es la Plataforma por la Ganadería Extensiva y el Pastoralismo, en funcionamiento desde 2012. Esta red trata de aglutinar conjuntamente a ganaderos y ganaderas con todo este tejido social, coordinando una línea de acción política y técnica que transmite, defiende y promueve su gran aportación a toda la comunidad. La información sobre su actividad puede encontrarse en su web: www.ganaderiaextensiva.org

 

Les he escuchado relatar su sensación de impotencia y de pena cuando se llevan a sacrificar animales que han criado «en casa»; sentimientos que se ven agravados al saber que muy probablemente no están enfermos. Normalmente, y sobre todo desde una óptica urbana, se piensa en la relación de la ganadera o el ganadero con los animales como algo material, solo basado en la producción y el trabajo. En general no es así. Aunque las formas y las costumbres son muy diferentes de las que se dan con las mascotas y animales de compañía en nuestra cultura de ciudad, el cuidado, el aprecio y el cariño hacia el ganado están muy presentes en la esencia de la ganadería. Y esto es mucho más claro en los modelos familiares, de tamaño pequeño o mediano, bastante alejados de la masificación y la industrialización.

Casi nadie, y mucho menos el entramado de la sanidad oficial, tiene en cuenta estos valores inmateriales. Y así, nos encontramos con situaciones realmente dramáticas como, cuando por motivos sanitarios, se decreta el sacrificio de todos los animales de una granja, bajo el eufemismo técnico de «vaciado sanitario». Las personas al frente de esa granja ven cómo se destruyen en un instante todo su esfuerzo y dedicación de años, a veces de generaciones. Esos animales son insustituibles. Cada ganadero o ganadera, según sus condiciones, el territorio en el que vive e incluso su propio carácter, ha ido seleccionando año tras año «sus animales» y ha ido creando su particular vínculo con ellos. Esto puede ser aún más grave cuando se sacrifican animales de razas autóctonas. Entonces se pierde un patrimonio genético irrepetible y con valor colectivo.

Las personas que pasan por este trance con frecuencia padecen crisis de ansiedad o depresiones. Cuentan muchas veces que se sienten tratadas como delincuentes o como un peligro para la salud pública. Inconscientemente, se les transmite que su oficio es algo sucio, insano, negativo... Y, sin embargo, bien sabemos que la aportación de la ganadería extensiva y de los modelos de producción familiares, artesanos y ecológicos a la sostenibilidad, al mantenimiento de la sociedad, a la economía rural y también a la salud de las personas es enorme. En un mundo rural en plena crisis de despoblación y de incertidumbre, que se pierdan la dedicación y la energía de estas personas y su experiencia es también irreparable.

 

Óscar García Barrero
Veterinario rural, especialista en vacuno


 


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