Sonia Vidal

Vivo en lo que el resto de gallegos denomina «a terra da chispa», y no es que seamos chispeantes, sino que el ingenio de las orensanas se tuvo que llenar de luz para poder buscarnos la vida por cada esquina del mundo, pues somos tierra de emigrantes. En 1960 había 488.241 habitantes, hoy ya estamos por debajo de las 315.000 y con la población más envejecida del estado. El rural de lo que fue un día el ágora de Galicia está hoy caracterizado tanto por el abandono de casas, proyectos agrícolas y fincas, como el de la parte institucional. Pero, pese a todo, en Ourense y en el rural hay futuro.

 

Sonia en su finca

Foto: Sonia Vidal

La familia de mi marido y la mía son de pueblos vecinos y, aunque nací y me crie en Alemania, decidí vivir en el rural gallego, donde había pasado tantos maravillosos veranos de vacaciones. Hace doce años decidimos construir una casa en el campo, en un pequeño pueblo de 35 habitantes. En este idílico lugar, situado en el concello de Xunqueira de Ambía, la mayoría nos tratamos como de la familia, con enorme fraternidad y solidaridad. Plantamos nuestras patatas, pusimos frutales e hicimos nuestro huerto. Mi suegra y mi suegro viven enfrente y tienen un rebaño de doscientas ovejas. En la época de la hierba siempre les echamos una mano, así como en la siembra y recogida de las patatas y en la matanza del cerdo. Cualquier excusa es buena para montar una fiesta y reunirnos para comer.

Mi marido trabajaba de encargado de obras en el sector de la construcción y yo de gestora en una empresa textil. Cuando comenzó la crisis, la construcción fue de los sectores más golpeados y empezamos a plantearnos otras opciones para ganarnos la vida. Siempre nos gustó el pueblo, el campo y la agricultura, y por aquel entonces ya teníamos a nuestra primera hija de 3 añitos a la que, con el trabajo que teníamos, veíamos al acostarla y los fines de semana, poco más. Era el momento de darle una vuelta a nuestras vidas.

LA APUESTA POR LA GANADERÍA

Hace aproximadamente cinco años comenzó nuestra historia con la ganadería. Nos decidimos y compramos 5 vacas. Y diréis: ¿por qué vacas si ya más o menos teníamos claro el manejo de las ovejas? El de las vacas es más complejo pues son animales mucho más grandes, además yo les tenía un miedo y respeto impresionantes. La decisión fue más que nada por la diversificación. Si quieres tirar para adelante, no puedes apostar todo a un mismo número y en el rural es muy importante diversificar.

Llegaron las primeras cabezas. Mi marido se instaló como agricultor joven y yo continué en mi trabajo, embarazada de la segunda niña. El tiempo fue pasando y las cabezas de vacuno iban en aumento. Al principio fue muy duro porque teníamos mucho que aprender y sobre todo debíamos ir sorteando problemas que realmente solo la experiencia y el paso de los años te van enseñando a resolver.

Sin un manejo inteligente y riguroso no hay rentabilidad en el sector ganadero. Cada animal tiene problemas individuales y complejos y no todas las prácticas ganaderas son iguales, pues cada territorio, clima, raza y realidad es diferente.

Tras el nacimiento de la segunda niña y muchos problemas de salud míos, la decisión llegó. Yo también me iba a dedicar por completo a la ganadería, apostamos por un nuevo estilo de vida. Lo nuestro no es un trabajo, es un estilo de vida, y eso hay que tenerlo muy claro.

QUÉ ES TENER UNA GANADERÍA EN EXTENSIVO

La ganadería te absorbe los 365 días del año. Los animales no entienden que hoy es festivo, que mañana tienes un cumpleaños o que es fin de año... es más, cuanto más programado tengas algo, más probabilidades hay de que te lo estropeen con un parto repentino, con una escapada de los recintos o con un ternero enfermo. Eso no significa que nunca se tenga un día libre, siempre te puedes organizar, pues la organización es un pilar fundamental en la ganadería.

Al principio, uno de los grandes problemas fue la falta de tierra, pero nos la hemos ido ganando a medida que la gente ha visto el beneficio de que las vacas pasten en sus fincas, que estaban en abandono absoluto. Lo gratificante llega no solo con lo que ganas al vender los terneros, también cuando ves que la zona donde vives está mucho más cuidada y dinamizada gracias a tu trabajo. En un pueblo muy cerca del nuestro, nos decían que gracias a nuestro ganado la maleza dejó de comerse sus casas. El ganado es la mejor opción para limpiar esos montes abandonados en peligro de incendio. Ahora, cuando gestionamos aproximadamente 40 ha de praderías y vemos los resultados, nos seguimos preguntando cómo la administración favorece la transformación del territorio en grandes extensiones de eucalipto y de pino.

Nuestro objetivo no es tener una gran ganadería y producir carne como los grandes cebaderos. Apostamos por la calidad, por animales que puedan pastar libremente y escoger su comida de los prados, que no estén solo a base de piensos y sometidos al estrés de las máquinas. En nuestra forma de manejo, las crías permanecen casi hasta el final con sus madres, alimentándose de ellas y pastando. Y como vender la carne que produces a un precio justo es dificilísimo en la cadena comercial convencional, donde quien se lleva el dinero es el intermediario o el matadero, tienes que luchar y buscarte la vida para transformar y hacer venta directa porque si no los gastos te van consumiendo todo lo que vas ganando. Con una pequeña ganadería los costes de producción son menores, pero tienes que lograr cerrar el ciclo de crianza, transformación y venta; hoy en día es complicado y tiene muchas trabas.

En los últimos años, el consumo de carne va disminuyendo, eso se ve reflejado en los precios. La indicación geográfica protegida (IGP) para la carne es muy importante y debería haber una diferenciación mayor de precios entre la denominación «ternera gallega», en la que entran los cebaderos de producción intensiva, y la «ternera gallega suprema», procedente de fincas tradicionales en extensivo, que es nuestro caso. La carne como la nuestra es la que genera imagen de calidad a la IGP y es el modelo productivo que fija población en los pueblos; sin embargo, la mayoría de la población no lo valora, pues falta mucha educación nutricional y mucha más conciencia social. Apostar por esta sensibilización en las personas consumidoras es uno de los grandes retos de la ganadería en extensivo del siglo XXI.

El de la fauna salvaje es otro de los grandes problemas por gestionar. En la ganadería no estamos en contra de que haya lobos, jabalíes, zorros..., pero deben tener una gestión adecuada. No se nos permite echar al monte los animales muertos para que la fauna salvaje se alimente, de acuerdo, pero entonces, ¿de qué se alimentan?, ¿de nuestras crías vivas, que son las que tenemos como medio de vida? El jabalí solo se puede cazar en batidas, pero nos destroza las tierras de pastos, el maíz de ensilar, la hierba que se hace en rollos de seca, los cultivos de patata, remolacha, trigo, cebada... Hemos visto al zorro comiendo crías en el mismo momento de su nacimiento.

SIN IDEALIZAR LA REALIDAD

Como veis, no todo es fantástico y maravilloso; la realidad es que el rural es el gran olvidado de las administraciones. No tenemos buenos accesos ni vías de comunicación, faltan servicios imprescindibles, muchos ayuntamientos son simplemente cortijos feudales con muy poca cultura democrática, falta apoyo económico a los proyectos que realmente dinamizan y revitalizan al rural, son muy pocas las cooperativas con vocación verdaderamente social y que ayuden a quienes estamos en esto, hay un porcentaje muy elevado de población de la tercera edad y muy poca población joven e infantil. Incluso se nos ha inculcado que vivir en los pueblos no es calidad de vida, pero, con todo, nuestra experiencia nos hace creer que es todo lo contrario.

Gracias a volver al rural y dedicarnos a la ganadería en extensivo, nuestras vidas son mucho más relajadas a pesar del trabajo físico de cada día. Nos distribuimos el trabajo según el tiempo que haga. Cada día es diferente y no sabes lo que te puede pasar. Cultivamos muchos de nuestros alimentos y sobre todo disfrutamos al máximo de nuestras hijas porque nos acompañan a pastorear, a dar de comer a los terneros, a la recogida de la hierba, etc., y eso para ellas también es un enorme aprendizaje en muchos ámbitos. Les enseñamos a amar la tierra que nos da nuestros alimentos.

Sonia Vidal

Ganadera

 


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