Articulaciones para un municipalismo rural radicalmente transformador

El Pa Sencer SCCL

Desde los pequeños municipios rurales puede mejorarse la vida de sus habitantes; pero, además, trabajando de forma conjunta, pueden impulsarse con éxito candidaturas de cambio —como es el caso de Interior Galego Vivo— o generarse debates, denuncias y propuestas capaces de influir en la transformación del sistema alimentario.

 

En Catalunya, los municipios de menos de 1000 habitantes, cerca de 500 —autodenominados micropobles—, acogen al 3 % de la población, pero gestionan más del 50 % del territorio. Si pensamos en cuánta tierra cultivable y áreas de pastoreo supone esto, podemos afirmar que es en estos municipios donde se desarrolla el sector primario. Lo mismo ocurre en muchos otros territorios del estado. Pero los lugares con capacidad innata para la producción agraria y ganadera también son los más despoblados y poco a poco pierde presencia el sector primario entre las ocupaciones de sus habitantes, bien porque la tierra se ha destinado a otros usos, porque cuesta vivir de la producción de alimentos a pequeña escala o bien porque el modelo productivo predominante no atrae el relevo generacional. A menudo encontramos que estos territorios se convierten en zonas de sacrificio destinadas al abastecimiento de las ciudades o del mercado global, dejando impactos locales que van más allá de la despoblación: destrucción de la tierra fértil, contaminación de acuíferos, sobreexplotación de las aguas superficiales, grandes infraestructuras que alteran el paisaje, pérdida de patrimonio, etc.

Defendiendo el papel político que deben jugar en el territorio, durante los últimos dos años, el proyecto «Àgora rural» junto con la asociación de Micropobles de Catalunya (integrada por este tipo de municipios) ha organizado intercambios y diferentes espacios abiertos de debates presenciales y online para promover la reflexión crítica sobre el sector primario y contribuir así al protagonismo de estos municipios y de sus habitantes en la construcción de una nueva ruralidad y un nuevo modelo alimentario. En estas mesas redondas participaron personas vinculadas al sector primario, al ámbito académico y también a la administración. Compartimos aquí las principales conclusiones de un relato que debería interpelar a la clase política por su contundencia.

 
Cianotipia_Bellmunt

Bellmunt de Segarra, micropoble. Cianotípia sobre papel, técnica artesanal de reproducción fotográfica monocromática. Autora: Aina Castelltort @la_cianaina

Vivir dignamente de la tierra

Las dificultades crecientes para poder vivir de la agricultura y la ganadería hacen que estas actividades se sigan abandonando, con lo que supone cada cierre para la vida y la economía rural, pero también para nuestra alimentación, cada vez más dependiente de una economía global injusta y frágil. Esta tendencia viene de muy atrás y es necesario tener presente cuál es la causa real del problema: que algo tan básico para la vida como la alimentación esté inserto dentro del modelo de mercado sometido a la especulación global y a sus dinámicas.

La alimentación y, por tanto, la agricultura no deben situarse como objeto de negocio sin más, sino como actividad fundamental para satisfacer necesidades humanas, como también lo son la educación y la sanidad. ¿Qué pueden hacer los pequeños municipios para cambiar algo tan estructural? Para empezar, defender y apoyar todas las iniciativas que desde la economía social trabajan con otra filosofía, sin la rentabilidad como único objetivo, que son las que están motivando la incorporación de jóvenes: fincas agroecológicas, ganadería extensiva, obradores compartidos, mercados de proximidad, cooperativas de consumo, etc. Los municipios pueden impulsar algunas de ellas, como comedores colectivos, tiendas de abastecimiento públicas o mataderos móviles, incluso pueden realizar pruebas piloto de la renta básica agraria, algo que ya se ha empezado a implementar con la pagesia de la sierra de Collserola (Barcelona).

Organizándose en estructuras como la asociación de Micropobles de Catalunya es más fácil ejercer presión para exigir que las administraciones superiores retomen su papel regulador para sacar la agricultura y la alimentación de los mercados especulativos y garantizar que pueda vivirse dignamente de la tierra y que toda la población tenga acceso a una alimentación justa y sana. La compra pública debería de ser un primer escenario donde se materialice una planificación e intervención en favor de la agroecología, para después saltar a otros escenarios como los supermercados públicos, la renta básica agraria o, como se debate en Francia, la Seguridad Social de la Alimentación.

Interior Galego Vivo, municipalismo a favor de la vida digna en el interior gallego

Interior Galego Vivo (IGV) es fruto del trabajo de base desde 2015 de las candidaturas locales en municipios del interior de Galicia gravemente afectados por la despoblación, la falta de oportunidades laborales y el deterioro constante de los servicios públicos.

Ese año, varios proyectos vecinales del sur de Lugo se presentaron a las elecciones e identificaron como problema general de esta zona ribereña de los ríos Sil y Miño que se nos reserva un papel subordinado en la economía gallega, sin grandes ejes de comunicación —con el deterioro del ferrocarril— ni proyectos estratégicos que aprovechen nuestras potencialidades agrícolas y ganaderas, y se apuesta todo a un turismo mal planificado y sin apoyarse en las comunidades vecinales. A este núcleo, en 2019, se unieron proyectos similares de la provincia de Ourense y otros de Lugo. En Belesar —aldea de Chantada—, trascendiendo los límites administrativos provinciales, redactaron un manifiesto en el que se comprometen a trabajar en alternativas contra el combinado de despoblación, emigración y envejecimiento demográfico, entre ellas: la comarcalización de servicios, el reconocimiento de las parroquias como célula de participación vecinal, la cobertura universal de educación infantil de 0 a 3 años o la reforma de la fiscalidad local para tener en cuenta la dispersión poblacional y gravar adecuadamente a los grandes emporios energéticos. Un tema central fue la reivindicación de la recuperación de la capacidad de gestión y más recursos para los hospitales comarcales gallegos —unificados en áreas sanitarias provinciales por el gobierno de Feijóo un año antes— para frenar la pérdida de servicios sanitarios en el medio rural.

Aquel año todas estas candidaturas obtuvieron representación y continuaron organizándose junto a más proyectos en varias asambleas de trabajo que elaboran un programa común y deciden crear tanto una asociación —para colaborar en los movimientos vecinales— como un partido político con el que concurrir a las elecciones municipales sin depender de otras marcas o de la creación de agrupaciones de electores.

Así, en 2023, IGV se ha presentado en ocho municipios y ha establecido lazos con otros tantos que continúan como agrupación de electores, además de incluir grupos locales activos que decidieron no concurrir a las elecciones. Todas las candidaturas han obtenido representación (Sober, Monforte, Chantada, Courel, Vilardevós, Laza, Chandrexa de Queixa), menos Portomarín (no llega al 7 % de los votos), mejoran sus resultados y pasan a ser segunda fuerza en sus municipios y líderes de la oposición, con porcentajes superiores al 20 % y sobrepasando el 30 % en Folgoso do Courel y Laza. En Vilardevós, donde IGV se ha presentado por primera vez, ha obtenido dos asientos en la corporación y representa una fuerza clave del gobierno.

Paula Vázquez Verao (IGV de Sober)

 

Una ganadería vinculada al territorio

En Catalunya, un ejemplo muy claro de la deriva del modelo productivo sometido al mercado es la producción porcina, diseñada para la exportación y con cada vez más animales pero menos personas trabajadoras. Sus impactos sobre el territorio en forma de purines son muy visibles, pero hay otros que no lo son tanto, como la cantidad de tierras dedicada al cultivo de cereales, la dependencia de materias primas y procesos fuera de nuestro control, que aumenta con las consecuencias del cambio climático y de los conflictos geopolíticos y perjudica a muchas pequeñas granjas vinculadas a este modelo. Es evidente que este modelo no cuida ni promueve la pagesia ni los productos de calidad, algo que siempre se ha apostado por relacionar con la ruralidad y los pueblos. Al contrario que la ganadería extensiva, que aprovecha los pastos, limpia los bosques, promueve la biodiversidad, previene los incendios y cuida la tierra.

Entonces, las políticas de soberanía alimentaria en Catalunya deberían empezar por plantear una reconversión de la industria porcina. Hay que apostar por la desintensificación y la relocalización como estrategia para aumentar la cantidad de granjas y de campesinado, en un modelo donde el propio territorio produzca la alimentación de los animales. Se trata de volver a vincular ganadería y agricultura, estableciendo acuerdos entre productoras cercanas, promoviendo la cooperación. Este proceso debe acompañarse de ayudas públicas, investigación y asesoramiento, y también de campañas para concienciar a la población sobre los diferentes modelos productivos. Los municipios pueden recuperar y remunicipalizar infraestructuras como mataderos, obradores, carnicerías o molinos de pienso.

Protección de la tierra fértil y modelo agroecológico

Necesitamos una mirada sistémica de la tierra, conocer su complejidad y su importancia para los sistemas ecológicos y para la vida. No se puede seguir especulando con ella, no es un bien de mercado y no puede seguir perdiéndose su fertilidad o erosionándose debido a prácticas intensivas. Por ello, es urgente una regulación estricta que la proteja, igual que se protegen los bosques y espacios naturales; de esta forma se evitarían conflictos con intereses económicos como las renovables o los macroproyectos turísticos o deportivos. En Catalunya se podría empezar por desarrollar y articular la Llei 3/2019 dels Espais Agraris y agilizar el reglamento de tierras en desuso, que obliga a ceder las tierras sin trabajar e incluso permite que se expropien para devolverlas a su finalidad social. Después habría que mejorar esta ley para que, realmente, se defina el suelo, la tierra, como un bien agrícola y libre de especulaciones.

Ahora bien, con esto solo no basta; la verdadera protección de la tierra es que vivir de cuidarla y producir alimentos sea viable y que acceder a ella para este fin no sea un problema o un privilegio. Y cuidarla implica cambiar el modelo productivo y recuperar la agricultura campesina, la agroecología, que, además de prácticas productivas, es comercialización, relaciones laborales, biodiversidad, adaptación a los recursos y condiciones locales, etc. Hay que darle la vuelta a eso de «la tierra no tiene futuro»; lo que ha llegado a su fin es la agricultura industrial. No se deben aceptar modelos agrarios que sigan basados en la explotación y envenenamiento de la tierra.

Los municipios pueden potenciar los proyectos colectivos agroecológicos de muchas maneras (formación, bancos de tierras, etc.), pero una importante es aligerar su carga burocrática y presionar a las administraciones autonómicas y estatales para que dejen de ser cómplices de la agroindustria. Hay que adaptar las normativas a la pequeña escala, a la biodiversidad, y construir un sistema alimentario que no genere subordinación, sino interdependencias; que no produzca para un mercado anónimo, sino conocido, con vínculos. Un modelo que reparta la riqueza, que recupere la idea y la práctica del comunal. La dinamización agroecológica es clave en esta transición.

También nos toca estar atentas y vigilantes a nuevas amenazas. La ocupación de tierras agrícolas para instalar parques de energías renovables es una de ellas. De nuevo nos enfrentamos a un conflicto de modelos y se debería priorizar autoconsumo en red y las ubicaciones compatibles con la agricultura y la ganadería.

En resumen, se necesitan políticas valientes y pueden comenzar desde los micropueblos. Ahora, la asociación de Micropobles se plantea transformar estos debates en una estrategia alimentaria que apueste por la soberanía alimentaria y la agroecología. El reto es que tenga el suficiente peso político y apoyo ciudadano para que sus propuestas sean consideradas por otros gobiernos locales y por el gobierno catalán, e incluso inspiren a otros territorios rurales.


  Las mesas de debate online están disponibles en la web de Micropobles.

El Pa Sencer SCCL

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