Apellidos, identidades espirituales y educación en valores en la República Democrática del Congo
Jean Bosco Botsho
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Puesta del sol sobre el lago Maindombe (‘agua negra’), en Inongo, donde las niñas que nacen se llaman Nzako y los niños, Nkanda. Foto: Jean Marie Bolika
La atribución de «apellidos» en la República Democrática del Congo (RDC) tiene dos particularidades que podrían sorprender a quien solo conozca, por ejemplo, el sistema de atribución de apellidos en España. La primera particularidad es que no existe ninguna ley que diga qué apellidos debe llevar obligatoriamente la ciudadanía. No existe ningún elemento de identificación con ese término, entendido como nombre de familia. Las madres y los padres escogen libremente no solo los nombres de pila (en la RDC, en francés, prénoms), sino también los apellidos; es decir, lo que el derecho congoleño designa como nom y postnom.
La segunda particularidad es que la sociedad congoleña aplica sin ningún control estatal dos sistemas radicalmente diferentes: el sistema occidental y el sistema tradicional. Muchas personas occidentalizadas o que han estudiado optan por el sistema occidental, tal como se practica en Francia y en Bélgica.
El sistema tradicional de atribución de apellidos se encuentra en las antípodas del occidental. En las líneas siguientes presentaremos algunas de las características más originales.
Ante todo, hay dos cuestiones importantes. En primer lugar, la ausencia del concepto de apellido significa, entre otras cosas, que dentro de la misma familia cada niño lleva apellidos propios, diferentes de los de sus hermanas y sus hermanos. Es posible que uno lleve el apellido de la madre o el padre. En el sistema tradicional, esto es solo una posibilidad y no una obligación.
En segundo lugar, en el sistema tradicional no se puede suprimir el apellido que lleva una persona —adulta o no— desde el nacimiento y sustituirlo por uno nuevo. Hacerlo se consideraría una grave violación de un derecho personal. Por eso, no se puede sustituir el apellido de una mujer casada por el de su compañero, aunque este sea el mismísimo jefe de Estado.
«Apellidos» de espíritus no humanos
Apellidos que son nombres de animales: Nzoko, Nzau (elefante); Nkoy, Ngoy, Nkashama (leopardo); Ngandó, Ngandu (cocodrilo); Ndeke (pájaro); Mpóngó (águila).
Para enseñar a los niños y las niñas, y a la comunidad, a no juzgar las cosas y los seres por las apariencias, existe la costumbre de atribuir como apellidos nombres de animales aparentemente insignificantes, por ejemplo: mpese (escarabajo), ninzi (mosca), ngungi (mosquito). Igualmente, son apellidos considerados protectores porque se cree que la sociedad está convencida de que los y las mpese, nzinzi o ngungi son insignificantes y no representan ningún peligro para nadie. ¡Y todo el mundo los dejará en paz!
Extensión de las nociones de maternidad y paternidad
Poner un apellido a un bebé es identificar a la persona de quien lo toma como su madre o su padre. Atribuyéndoles siempre solo el apellido del padre (en la mayoría del mundo occidental) o los apellidos de la madre y el padre (como en el sistema español), el sistema occidental tiene una visión más bien sesgada de la maternidad y la paternidad. Por ejemplo, por el sistema occidental, las madres y los padres solo son seres humanos: la madre y el padre biológicos.
El sistema tradicional aplicado en la RDC extiende la noción de maternidad y paternidad porque crea la categoría de «madres cósmicas» y «padres cósmicos», es decir: cualquier miembro del cosmos puede ser considerado como madre o padre. Por eso, además de los apellidos de seres humanos, puede haber nombres de animales, ríos, montañas, volcanes, selvas, días, momentos del día, fuerzas de la naturaleza, seres invisibles, incluso un dios, etc. No hay estrategia más eficiente para la educación sobre el medio ambiente que la atribución de nombres de elementos del cosmos como apellidos. Las denominaciones compartidas por los seres humanos y no humanos evidencian la comunidad primordial que une la humanidad con el resto del cosmos, aunque pertenezcan a especies diferentes.
Esta capacidad de apertura a la familia amplia y al mundo de «personas invisibles» constituye una buena iniciación para despertar la conciencia de pertenecer a una gran comunidad.
Por otro lado, que el sistema occidental atribuya al niño o a la niña solo el apellido del padre o los apellidos de la madre y el padre hace que a menudo el parentesco más significativo se reduzca a la familia nuclear. Por eso, en el mundo occidental, muchas personas valoran poco la riqueza humana y el valor educativo de los vínculos de parentesco que unen una persona a familiares, incluso próximos, diferentes de la madre, el padre, las hermanas y los hermanos, como, por ejemplo: las tías, los tíos, las primas, los primos, etc.
Al contrario, en la RDC, la posibilidad de atribuir a los niños también apellidos de familiares —tanto femeninos como masculinos, tanto vivos como muertos— de la madre y el padre subraya los papeles que desempeñan y tienen que desempeñar estos familiares como «madres comunitarias» y «padres comunitarios». Esta capacidad de apertura a la familia amplia y al mundo de «personas invisibles» constituye una buena iniciación para despertar la conciencia de pertenecer a una gran comunidad, humanamente mucho más enriquecedora que la estrecha familia nuclear.
La espiritualidad de los apellidos
La atribución de los apellidos no es un acto banal: se trata de una operación altamente espiritual. Atribuir un apellido a un niño o una niña es sobre todo determinar su identidad espiritual. En otros términos, se designa el espíritu que lo ha llevado desde el mundo invisible hasta el mundo visible, es decir: su espíritu-madre o su espíritu-padre. El apellido tradicional va mucho más allá del ámbito físico, biológico: revela la filiación espiritual.
Según los espíritus identificados como «madres» o «padres» de un bebé, los apellidos que se le podrían atribuir en la RDC pertenecerían a una de las categorías siguientes:
- Apellidos de personas vivas mayores que la madre y el padre del bebé. Estas personas mayores son familiares —tanto mujeres como hombres— que, por su edad, son considerados más espirituales, conocen el mundo de los espíritus mejor que la madre y el padre. Son, por ejemplo: la bisabuela y el bisabuelo del bebé, si todavía viven; su abuela y su abuelo; las hermanas, los hermanos, las primas, los primos mayores de su madre y su padre, etc.
La costumbre de atribuir apellidos de las personas mayores de la familia es una de las claves de la educación infantil en la RDC. Con el apellido, se designa un modelo a seguir. El apellido se convierte en una protección y le recuerda al niño que su comportamiento siempre debe ser como el de la sabia o el sabio de quien lo toma. Compartir el mismo apellido crea una relación de filiación, de amor y de respeto mutuo entre el niño y su modelo mayor. - Apellidos de miembros difuntos de la familia: se trata de familiares que murieron, por ejemplo, durante el embarazo o en torno al día en que nació el bebé. En este caso se piensa que las personas difuntas han vuelto bajo otra forma: como un bebé. Por lo tanto, es normal que adopte el nombre de uno de estos familiares difuntos. Entonces, la familia considera al niño de dos maneras diferentes respecto al familiar difunto: es su doble espiritual y también es la hija o el hijo del familiar difunto, porque este familiar es su alma, el espíritu que le da vida y que actúa en ella, en él.
- Nombres de espíritus no humanos, por ejemplo, de los espíritus asociados:
a) al espacio geográfico: lugares (montaña, una ciudad particular, un río, una selva, etc.) donde, por ejemplo, nació el bebé o donde la madre empezó a sentir los primeros dolores del parto;
b) al tiempo: días, momentos del día (mañana, tarde, noche), épocas del año (estación seca, estación de lluvias)… en que, por ejemplo, se produjo el nacimiento;
c) a fenómenos naturales (lluvias intensas, vientos fuertes, terremotos, etc.) ocurridos por ejemplo durante el embarazo o poco tiempo antes del día del nacimiento;
d) al mundo animal: animales-tótems o animales que se manifestaron de manera especial durante el embarazo, el mismo día del nacimiento o poco tiempo antes.
No es casualidad que el nacimiento de un bebé ocurra en un lugar geográfico especial, en un momento maravilloso del día o al mismo tiempo que se produce un fenómeno natural particular. Todas estas circunstancias son elocuentes: desvelan la identidad del espíritu cósmico (o de los espíritus cósmicos) que ha (han) acompañado y protegido al bebé como madre o como padre desde el mundo invisible. Así, identificar al bebé con el nombre de estos espíritus cósmicos es un acto excepcionalmente sabio porque con este gesto se proclama la supremacía del cosmos sobre los seres humanos: el cosmos es la madre o el padre que existía antes que nosotros. Seguirá existiendo cuando nosotros hayamos desaparecido. ¡Honrémoslo y protejámoslo!
Jean Bosco Botsho
Presidente de Africat
Associació Africana i Catalana de Cooperació