Alba Sanchis Peris, Miriam Tudela Desantes y Zoraida Moncayo Fiusa

Una agricultora en contra del monocultivo de palma

La de Fanny Zambrano es una historia de lucha y resistencia. Unos aspectos enraizados en la conciencia colectiva de la mujer que ha sufrido la opresión de género propia de su contexto, motivada por la implicación con su propia realidad en la que se ha impuesto el monocultivo de palma aceitera. Una implicación desde la sostenibilidad medioambiental y unión comunitaria.

Ecuador, segundo productor de aceite de palma de Latinoamérica y séptimo del mundo, vio nacer hace cuarenta y tres años a Fanny Zambrano. En su Esmeraldas nativa, grandes extensiones de palma africana copan la vegetación imperante, y la explotación del aceite rojo de la misma supone la principal fuente de actividad productiva. Al norte, entre Quinindé y La Concordia, encontramos la zona de producción más alta de monocultivo de palma, conocida como el Bloque Occidental. Si bien en Quinindé encontramos presencia de explotaciones de cacao, palmitos, plátano, maracuyá, cultivos anuales como arroz y maíz, además de explotaciones ganaderas y diversas actividades forestales, todas estas actividades se encuentran amenazadas por el creciente monocultivo de palma. Cabe considerar, además, que siga aumentando exponencialmente si se sigue promoviendo, como hace la lesgislación europea, la utilización del aceite de palma para la elaboración de biodiesel.

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“AHORA NADA MÁS SE VE LA PALMA: TODO ES PALMA”

La mayor parte de la actividad de la población ocupada de Quinindé —un 77%— se concentra alrededor de agricultura, ganadería y silvicultura junto a la pesca. Además, la mayoría de la población son personas jornaleras o peones (49,4%), ya que existe una gran concentración de tierras. Pese a la gran cantidad de recursos naturales a su abasto, Quinindé está sufriendo una gran pérdida de biodiversidad debido al monocultivo de palma, la deforestación y la mala gestión de residuos y desechos sólidos, tanto a nivel industrial como individual.

Pese a las contrariedades que Quinindé sufre a nivel ambiental, no existe una fuerte base de lucha organizada a nivel comunitario. Sin embargo, la lucha que conocimos está encabezada por mujeres. Así pudimos entrevistar a Fanny Zambrano, líder campesina que ha luchado durante décadas contra la palmicultura en Quinindé. Pasó su infancia en las fincas de sus padres, los cuales se dedicaban al cultivo de cacao y de café. Su familia tenía unos valores tradicionales donde la mujer ocupaba el rol de cuidado del hogar. A pesar de ello, Fanny se interesó por la agricultura y, en un principio, era la única mujer, aunque con el tiempo fue conociendo a otras mujeres con el mismo interés cuando comenzó a trabajar en el MCCH (Maquita Cushunchic Comercializando como Hermanos) en el año 2000. Desde esta asociación se les apoyó por primera vez como mujeres agricultoras para que continuaran ejerciendo este oficio, recibiendo formación y mejorando sus prestaciones. Pese a ello, la lucha en busca del respeto y reconocimiento social como campesinas fue extrema. Hoy en día, Fanny es la presidenta de la UOCIPE (Unión de Organizaciones Campesinas Independientes de la Provincia de Esmeraldas), mediante la cual se fomenta la concienciación institucional acerca del papel de la mujer, que tradicionalmente ha asumido un mayor grado de responsabilidad: “Ahorita las instituciones que están financiando, ven muy buena la situación de que nosotras las mujeres estemos al frente de la organización”.

Fanny transmite que cuando era pequeña la vegetación de Quinindé era abundante, los ríos estaban limpios y había una gran variedad de animales. Desgraciadamente, el cambio ecosistémico asociado a la contaminación medioambiental ha provocado una agresiva modificación del entorno: sequedad en los ríos, desaparición de vegetación o esquilma de especies animales. La cada vez más evidente deforestación se produce, por un lado, por la transformación de los terrenos en cultivo de palma y, por otro, debido a la venta de madera a cargo de las industrias madereras que llevan muchos años deforestando la provincia. “Han talado mucho las montañas, que donde era verde de árboles, ahora nada más se ve la palma: todo es palma”. Los hacendados sostienen que las compañías palmicultoras fueron responsables de la deforestación inicial, con el objetivo de transformar los terrenos en aptos para el cultivo. Para 1970, prácticamente todo humedal se había perdido. Las industrias madereras extraen la madera de los bosques para su comercialización, conllevando unos costos ambientales de los que no se hacen responsables.

El sistema hídrico de Quinindé se está viendo también cada vez más afectado, dándose problemas de escasez de agua y contaminación en algunos ríos como el Viche. “Son las mujeres las que dicen: —No, que miren, que los ríos están secos, ya no se coge tanta agua… antes el río pasaba con bastante agua todo el verano, ahora ya no hay, ahora ya hasta hay que comprar y hasta en el campo hay que pagar el agua...— así hay algunas compañeras que dicen”.

“POQUITA CANTIDAD LA PALMA NO RESULTA Y UNA HECTÁREA NO TE SIRVE DE NADA”

Las empresas palmicultoras han sido también criticadas por tratar a las y los trabajadores injustamente, ya que favorecen la contratación de mano de obra temporal a través de contratistas y, por lo tanto, no necesitan proveerles de seguridad social u otros beneficios. Ni tan siquiera de protección para el uso de productos químicos peligrosos, como plaguicidas u otros agentes potencialmente dañinos para la salud. 

La introducción de palma tuvo sus inicios alrededor del año 1953, con el principal objetivo de reducir las importaciones de aceite de cocina más costoso. De hecho, alrededor de la mitad de la producción de aceite de palma crudo sigue siendo consumido localmente. Seis palmicultoras concentraban 14.609 Has de cultivo de palma ya en los inicios de los 2000. Las y los pequeños agricultores también siembran palma, pero en pequeñas extensiones: Además, las empresas palmicultoras ejercían presión a los colonos para que ocuparan tierras propiedad de grupos indígenas y afroecuatorianos, dada la falta de actividad en contraposición a las vastas cantidades de tierra poseídas. Esto ha supuesto una pérdida de territorios ancestrales para estos dos grupos, a los cuales habría que sumar a los colonos. Así, todos estos grupos han acabado dependiendo de las empresas, produciéndose auténticos conflictos culturales y sociocomunitarios.

Así lo cuenta Fanny: “casi la mayor parte de agricultores van vendiendo su finca, porque se quedan tan poquito terreno y alrededores están las palmas, que afecta tanto en la salud como en la misma producción, entonces como que te obligan a vender tu terreno y salir de ahí”.

“LA FAMILIA NO QUIERE DECIR SÓLO LA CASA, LA FAMILIA ESTÁ RELACIONADA CON LA FINCA”

Fanny se muestra preocupada por toda esta situación, ya que la extensión del monocultivo de palma impide otros cultivos. Por si esto no resultase suficiente agravio, este es un trabajo exclusivo de hombres:


     Primero, la palma que nos va a matar toda la tierra y segundo, no vamos a tener empleo la mayor parte de la gente y más que todo las mujeres.  
 

La organización de Fanny está tratando esta problemática de forma coordinada con la organización ACEPROCACAO (Asociación Coordinadora Ecuatoriana de Productores de Cacao Nacional Fino de Aroma). Para ella supone un espacio para poner sobre la mesa las complicaciones que viven las y los agricultores de cacao, frente a la invasión de la palma.

Fanny también considera un problema el desinterés de las nuevas generaciones por la tierra. En tiempos ya lejanos, la preocupación por mantener el medio ambiente era generalizada: “y mi abuelito nos decía: —mire, ustedes tienen que cuidar la tierra, tienen que cuidar las plantitas, que estas son las que nos dan de comer, los animalitos…” Hoy día, esta preocupación se va perdiendo entre las jóvenes generaciones. Es esta una preocupación más presente en la vida de las mujeres, por la importancia que tiene en la reproducción de la vida y la conciencia que las mismas han tenido de los costos que supone. No en vano, ellas han asumido la responsabilidad del cuidado y la planificación de la seguridad alimentaria desde el medio y el largo plazo. Como ella dice:


     Hay muy poquitos hombres que tienen la misma conciencia de las mujeres, porque ellos de lo que se preocupan es del ingreso económico y nada más…   

Además, según Fanny, las mujeres no se quedan sólo en la teoría sino que van más allá, iniciando acciones de reforestación. Ellas son capaces de ver la relación que existe entre las mujeres y el cambio ecosistémico: “Nosotras la mujeres vemos por la familia y la familia no quiere decir sólo la casa, la familia está relacionada con la finca (). Las mujeres estamos pendientes de qué es lo va hacer falta en la casa y que lo podemos sacar de la tierra, si nos ponemos de acuerdo podemos criar un animalito con las mismas cosas de la finca con el guineo, plátano, yuca todo lo podemos sembrar allí mismo, pero si no hay un clima apto para sembrar, no vas a poder cosechar nada. (...) Yo quisiera que mi comunidad fuera una de las que trabajáramos unidos, que cuidáramos mucho los bosques, el agua, es lo que yo más quisiera que cuidáramos. Porque si no tenemos eso no tenemos nada”.

Cabe considerar la persistencia de patrones nocivos de género: Fanny ha sido conminada a la reproducción y el trabajo, y se ha enfrentado a la invisibilización por parte de sus cohabitantes masculinos. Para lograr un acceso a recursos y posibilidades laborales y sociales, nuestra protagonista ha experimentado procesos de lucha contra patrones familiares clásicos, en los que la mujer se ve subyugada a un papel marginal. Desde la creatividad, esta mujer ecuatoriana se ha enfrentado a los escollos cotidianos con lucidez, demostrando una incuestionable capacidad analítica y actuando con determinación.

Estamos sin duda ante un ejemplo de trabajo por el bien común focalizado sobre la motivación colectiva a través del ejemplo individual. Un ejemplo que, afortunadamente y gracias a las oportunidades de publicación como las que nos brinda la revista Soberanía Alimentaria, pueden hacerse visibles en este naciente y cambiante siglo XXI.

El artículo está basado en una investigación financiada por GTZ (Agencia de Cooperación Alemana)y PUCESE (Pontificia Universidad Católica de Ecuador Sede Esmeraldas).

Alba Sanchis Peris, Miriam Tudela Desantes y Zoraida Moncayo Fiusa.

Investigadoras. 

 

 

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